La familia es el lugar donde nacemos, nos formamos y
crecemos. Los elementos que brinde la familia a sus miembros, son determinantes
para que cada persona logre asumir la vida, además influye en los diferentes recursos
con los cuales contará para enfrentarse al mundo, para relacionarse con los
demás y para construir una representación de sí mismo, de ahí la importancia de tener claro qué
persona estamos formando para entregar a la Iglesia y a la sociedad.
A lo largo de la historia e incluso en la actualidad,
la familia ha desempeñado un papel fundamental en la educación de sus hijos, en
la humanización y en la socialización de cada persona, por eso tiene tan
importante misión de formar a los hijos
integralmente, y ello involucra formarlos en la fe, guiarlos para el encuentro
con Dios, fortalecerlos en la oración, enseñarles la riqueza de celebrar los sacramentos y de participar en la vida de
la Iglesia; es importante resaltar y tener claridad
que estos principios se refuerzan con aspectos como: El ejemplo, el testimonio de vida, el compromiso y la
perseverancia.
Por consiguiente, el hogar es una fuente viva de fe, donde se enseña a
creer en un Dios verdadero, cercano y misericordioso, que nos ama y al que estamos llamados a amar, a anunciar y a comprender su misterio. Los padres deben asumir la responsabilidad de
guiar a las nuevas generaciones, de transformar la sociedad formando personas
que conozcan a Dios, que den testimonio de su Palabra, que hagan vida el Evangelio,
que lleven el Reino a aquellos que lo
desconocen. Transmitir la fe, es transmitir esperanza, riqueza espiritual que
fortalece la persona y sana las heridas más profundas. La familia tiene la
misión de llevar una vida de acuerdo a Cristo, con coherencia, actitud optimista y alegre ante las diferentes
circunstancias que se nos presentan; mostrar con nuestro testimonio que cuando
estamos en sus caminos la vida se torna especial, encontrando un significado profundo
a los diferentes acontecimientos que exalta
a la persona y da sentido a la existencia.
El seno familiar, es el lugar propicio para introducir a los hijos en la iniciación
cristiana, para llenarlos de Dios; como “Iglesia doméstica” tiene la tarea de abrir
el camino para que los más pequeños descubran la presencia del Señor en la vida
familiar, a partir de una experiencia
viva, porque la fe
nos une en el amor y “Todo el
que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama
no ha conocido a Dios, porque Dios es
amor” (1 ª Jn 4, 7-8) y el amor es la base para una vida en plenitud, amor por
Dios, amor por sí mismo, amor por el prójimo.
Reflexión
¿Cómo estamos viviendo la fe en nuestra familia?
¿Qué buscan los padres con llevar a los hijos para
que reciban los sacramentos?
¿Qué les decimos a los niños y adolescentes sobre
Dios?
¿Cómo podemos fortalecer la fe en la vida familiar?
Realizar un compromiso en familia
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