Por Luz Alba López Cardona
Delegación de Pastoral Familiar
Diócesis de Sonsón Rionegro
En la sociedad actual tendemos a ver la figura del anciano, ya no como un educador y entretenedor de las generaciones posteriores sino como un obstáculo en el progreso. Muchas de las relaciones entre la familia y el abuelo se sustentan en la necesidad de que este cuide de los nietos desapareciendo el interés con la necesidad el crecimiento de los niños.
La Organización de las Naciones Unidas estableció que a partir de los sesenta años toda persona es considerada adulto mayor y debe gozar de derechos especiales.
La Constitución Política de Colombia, dispone, en el “ARTICULO 46”
«El Estado, la sociedad y la familia concurrirán para la protección y la asistencia de las personas de la tercera edad y promoverán su integración a la vida activa y comunitaria.
El Estado les garantizará los servicios de la seguridad social integral y el subsidio alimentario en caso de indigencia».
Los derechos humanos de los ancianos y ancianas son obligaciones del Estado, la sociedad y la familia.
En la vejez, la familia desempeña un papel muy importante, influyendo en la comunidad a través de las acciones que lleva a cabo sobre sus miembros. Debemos recordar que en su evolución las familias que se constituían por abuelos, padres e hijos, han dado lugar a la de los bisabuelos, abuelos, padres e hijos. Sin embargo, no siempre una familia constituye un factor positivo en los problemas que nos interesan. A veces pesan sobre ella factores económicos, habitacionales, emigraciones de los hijos, etc. que requieren de la colaboración externa al grupo familiar para poder ser sobrellevados.
La ayuda debe ser siempre reciproca, ya que los nietos aportan vitalidad y alegría, ayudan a evitar la soledad y aumentan la autoestima de sus abuelos y estos aunque no están capacitados por cualquier razón a cuidar de sus nietos siempre serán un valor positivo para las nuevas generaciones. Estas deben aprender a respetar y valorar a las personas mayores.
En la época moderna y con el avance de las nuevas tecnologías los nietos pueden transmitirles nuevos conocimientos y fomentar de este modo la relación intergeneracional.
Es importante que el anciano se sienta útil, que aprendiendo o enseñando vea que forma parte del ámbito familiar como una persona más, que aunque necesite de atención y cuidados especiales puede tomar decisiones, ayudar en las tareas. Muchos ancianos tienen problemas de depresión precisamente porque se les prohíbe que tomen parte en las decisiones de casa.
El espacio debe adaptarse tanto como las personas, es decir, la casa debe tener lo necesario para que el anciano se mueva y viva con total libertad.
Desgraciadamente en muchos casos algunas familias no saben qué hacer con los mayores y si no deciden mandarlo a una institución se lo van turnando de casa en casa para no agobiarse con los cuidados y atenciones que este necesita. Se los conoce como “abuelos golondrina” ya que van de casa en casa. Esta práctica, muy extendida en nuestra sociedad, es muy perjudicial para el anciano ya que debe estar cambiando de ámbito social, de gente, de clima, de paisajes... en definitiva debe cambiar sus costumbres continuamente y esto no es beneficioso ni para su salud física ni mental.
En muchos casos la carga familiar pesa sobre la llamada “generación bisagra” (habitualmente entre los 50 y los 60 años), que deberá realizar simultáneamente todas o gran parte de las acciones que describimos a continuación: brindar los medios para que los hijos adolescentes terminen sus estudios, colaborar económicamente y/o en el cuidado de los nietos de los matrimonios de sus hijos jóvenes, ayudar económica y emocionalmente a sus padres jubilados y hacerse cargo o prestar apoyo en el cuidado de sus abuelos que muy probablemente tengan algún tipo de dependencia.
En otros casos el peso recae sobre un hijo (muy probablemente una mujer soltera) que a pesar de sus esfuerzos es incapaz de contener la situación. En estos casos se deberían establecer y fortalecer las redes de apoyo no formales (familiares, vecinos y amigos) y formales (agencias sociales y servicios de ayuda oficiales), para ayudar indirectamente a los ancianos a través de la colaboración brindada a la familia que lo contiene.
Benedicto XVI señaló el 14 de enero de 2011, que "el envejecimiento de la población plantea nuevos problemas. Aunque hay muchos ancianos que pueden contar con el apoyo y la cercanía de su familia, aumenta el número de los que están solos y que necesitan atención médica". Dijo que existen instituciones públicas", y celebra que "puedan seguir colaborando con las autoridades locales para garantizar su servicio a quienes lo soliciten, renovando la invitación a promover una cultura que respete la vida hasta su fin natural".
Fuentes:
Tomado de: Gerontología social: El paciente geriátrico, su familia y su entorno, de la Lic. María Graciela Domínguez
Catholic.net
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