Ciudad del Vaticano, 1 febrero 2013 (VIS).-Esta mañana en la Oficina de
Prensa de la Santa Sede ha tenido lugar la presentación del Mensaje del Santo
Padre para la Cuaresma de 2013 cuyo tema es: “Creer en la caridad suscita
caridad. Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él”. Han
intervenido el cardenal Robert Sarah, Presidente del Pontificio Consejo
"Cor Unum"; monseñor Giampietro Dal Toso y monseñor Segundo Tejado
Muñoz, respectivamente secretario y subsecretario de ese dicasterio y Michael
Thio, presidente general de la Confederación Internacional de San Vicente de
Paul.
“Este año -ha dicho el cardenal Sarah- el tema del mensaje se centra en la estrecha relación entre la fe y la caridad (...) Entre creer en Dios, el Dios revelado por Jesucristo, y la caridad que es fruto del Espíritu Santo y nos lleva a un horizonte de apertura profunda hacia Dios y hacia el prójimo (...) De ahí que si hablamos del nexo entre fe y caridad hablamos, al menos, de dos dimensiones. En primer lugar, no puede haber verdadera fe sin obras: el que cree, aprende a darse al otro. En segundo lugar, la caridad suscita la fe, y por lo tanto es testimonio”.
“Este año -ha dicho el cardenal Sarah- el tema del mensaje se centra en la estrecha relación entre la fe y la caridad (...) Entre creer en Dios, el Dios revelado por Jesucristo, y la caridad que es fruto del Espíritu Santo y nos lleva a un horizonte de apertura profunda hacia Dios y hacia el prójimo (...) De ahí que si hablamos del nexo entre fe y caridad hablamos, al menos, de dos dimensiones. En primer lugar, no puede haber verdadera fe sin obras: el que cree, aprende a darse al otro. En segundo lugar, la caridad suscita la fe, y por lo tanto es testimonio”.
Insertado en el Año de la Fe, el mensaje de la Cuaresma es “una valiosa
oportunidad para mantener fresco este vínculo en todos los fieles. En este
sentido, es un momento, propicio, ya que nos preparamos para la Pascua, es
decir para celebrar ese evento que el cristiano reconoce como la fuente de la
caridad:
Cristo que muere y resucita por amor (...) La Cuaresma es siempre una
momento propicio para abrir (...) nuestro corazón a los hermanos más
necesitados, compartiendo con ellos lo que es nuestro. En la coyuntura
histórica actual, es necesario hacer hincapié en la importancia de una caridad
informada, documentada y atenta a los muchos contextos de pobreza, miseria y
sufrimiento: desde el aumento del número y la escala de los desastres
naturales, no exentes de responsabilidades humanas (...) a la intensificación
de conflictos violentos, a menudo olvidados por los medios de comunicación, al
empeoramiento de las condiciones de vida de muchas familias, también a
consecuencia de la crisis económica y financiera que afecta a muchos países de
Europa y de otros lugares; al aumento del desempleo, sobre todo entre los
jóvenes, hasta los contextos en los que hay trabajo pero los trabajadores están
explotados, mal pagados y sin la seguridad mínima que garantice la dignidad del
trabajo en sí y, en consecuencia, de la persona humana”.
“El fulcro de este Mensaje -ha reiterado - es ciertamente el
entretejerse indisoluble de fe y caridad (...) No podemos nunca separar o
incluso contraponer fe y caridad. Pero, la separación y la oposición pueden
adoptar formas diferentes (...) Un malentendido es el de acentuar con tanta
fuerza la fe y la liturgia como su canal privilegiado, olvidando que ambas están
dirigidas a un ser humano concreto, con sus necesidades, también humanas, su
historia, sus relaciones. Es conveniente para muchos, dentro y fuera, una
Iglesia arrobada por la fragancia de las velas, ocupada en ordenar la
sacristía, concentrada en abstrusas discusiones teológicas y disputas
clericales en lugar de en la persona en su integridad a la que Cristo se ha
dirigido”.
“Otro concepto erróneo es pensar que la Iglesia es una especie de gran
obra filantrópica y de solidaridad puramente humana, donde el compromiso social
es una prioridad y lo importante es la promoción del hombre para que tenga pan
y cultura, y, por lo tanto, que la tarea principal la Iglesia sea la
construcción de una sociedad justa y equitativa, olvidando que en el centro del
ser humano está su necesidad de Dios”.
“Otro malentendido es el de dividir una Iglesia buena, la de la caridad,
de una Iglesia "mala", la de la verdad, que defiende y protege la
vida humana y los valores morales universales. La Iglesia está muy bien cuando
cura a los enfermos, es peor cuando se dedica a la tarea de despertar las
conciencias”.
“La fe y la caridad van juntas, por lo cual Evangelio y obras van de la mano.
Lo que es válido en la experiencia personal también se aplica a la Iglesia como
comunidad (...) Por un lado, una vida basada únicamente en la fe, corre el
riesgo de caer en un sentimentalismo banal que reduce nuestra relación con Dios
a una mera consolación del corazón. Por otro, una caridad que no se arrodilla
en adoración de Dios y que no tiene en cuenta la fuente de la que brota y a la
cual debe dirigirse toda buena acción, es probable que se reduzca a mera
filantropía y puro "activismo moral". Por lo tanto, estamos llamados
a mantener unidos en nuestras vidas el "conocimiento" de la verdad
con el "caminar" en la verdad”.
“Creo que
este mensaje es de gran actualidad -ha concluido el cardenal Sarah- No sólo
porque se sitúa en el Año de la Fe y por lo tanto, en este contexto, vale la
pena recordar que la fe y la caridad son dos caras de la misma moneda, es decir
nuestra pertenencia a Cristo. Pero también es actual porque en esta fase
histórica en que es difícil para las personas reconocerse y encontrar un camino
hacia el futuro, la palabra del Papa presenta una propuesta unitaria, un camino
de vida en que la acogida de Dios engendra la acogida del otro en todas sus
dimensiones, expresiones y exigencias, y, así la Iglesia puede ser faro para
una humanidad renovada y contribuir a la llegada de la "civilización del
amor".
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