miércoles, 30 de mayo de 2012

LA UNIDAD DE PENTECOSTÉS VENCE LAS DIVISIONES Y LAS ENEMISTADES




Ciudad del Vaticano, 27 mayo 2012 (VIS).-Esta mañana, el Santo Padre ha presidido en la Basílica Vaticana la Santa Misa de la solemnidad de Pentecostés, concelebrada con los cardenales, arzobispos y obispos presentes en Roma.

Benedicto XVI ha centrado su homilía en un aspecto esencial del misterio de Pentecostés, que considera muy importante en nuestros días: “Pentecostés es la fiesta de la unión, de la comprensión y la comunión humana. Todos podemos constatar que, en nuestro mundo, a pesar de que estamos más cerca los unos de los otros gracias al desarrollo de los medios de comunicación, (…) a menudo la comprensión y la comunión entre las personas es superficial y dificultosa. Permanecen desequilibrios que con frecuencia llevan a conflictos; el diálogo entre generaciones se hace fatigoso (…); asistimos a hechos cotidianos en los que parece que los hombres se están haciendo más agresivos (…); parece que hay que realizar demasiados esfuerzos para comprenderse y cada uno prefiere quedarse en su propio yo, en sus propios intereses”.

“Con el progreso de la ciencia y de la técnica, hemos logrado el poder de dominar las fuerzas de la naturaleza, de manipular los elementos, de fabricar seres vivientes, llegando casi hasta el propio ser humano. En esta situación, rezar a Dios parece algo superado, inútil, porque nosotros mismos podemos construir y realizar todo lo que queremos”. Sin embargo, no nos damos cuenta de que “entre los hombres, quizás parece que serpentea un sentido de desconfianza, de sospecha, de temor recíproco, hasta llegar incluso a ser peligrosos los unos para los otros”. Paradójicamente, tenemos más capacidad de comunicar pero nos comprendemos cada vez menos.

La concordia, la unidad, “pueden realizarse solamente con el don del Espíritu de Dios, que nos dará un corazón nuevo y una lengua nueva, una capacidad nueva de comunicar. Esto es lo que sucedió en Pentecostés. Aquella mañana (…) el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos reunidos, se posó sobre cada uno y encendió en ellos el fuego divino, un fuego de amor, capaz de transformar. El miedo desapareció, el corazón sintió una fuerza nueva, las lenguas se desataron y comenzaron a hablar con franqueza, de modo que todos pudieran comprender el anuncio de Jesucristo muerto y resucitado. En Pentecostés, donde había división y extrañeza, nacieron unidad y comprensión”.

En el Evangelio de hoy, Jesús, “hablando del Espíritu Santo, nos explica qué es la Iglesia, y cómo ella ha de vivir para ser (…) el lugar de la unidad y la comunión en la Verdad; nos dice que actuar como cristianos significa no estar encerrados en el propio 'yo', sino orientarse hacia el todo; significa acoger en uno mismo la Iglesia entera, o, aún mejor, dejar interiormente que ella nos acoja. (…) Así, el Espíritu Santo, Espíritu de unidad y de verdad, puede seguir resonando en los corazones y las mentes de los hombres y empujarlos a encontrarse y acogerse mutuamente”.

El Espíritu Santo nos guía para comprender la verdad, que es Jesús, “pero solamente si somos capaces de escuchar y compartir, en el 'nosotros' de la Iglesia, con una actitud de profunda humildad interior. (…) Cuando los hombres quieren hacerse Dios, pueden solo enfrentarse. En cambio, cuando se colocan en la verdad del Señor, se abren a la acción de su Espíritu que los sostiene y los une”.

Benedicto XVI se refirió también a la segunda lectura de la liturgia de hoy, en la que san Pablo advierte que la vida del hombre está marcada por un conflicto interior entre los impulsos que provienen de la carne y los que provienen del Espíritu. Los primeros son “los pecados de egoísmo y violencia, como enemistad, discordia, celos (…). Es una dirección que lleva a perder la propia vida. Por el contrario, el Espíritu Santo nos guía hacia las alturas de Dios, para que podamos vivir ya en esta tierra el germen de vida divina que está en nosotros. Afirma, de hecho, san Pablo: 'El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz'”.
Para terminar, el Papa exhortó a los fieles a vivir “según el Espíritu de unidad y de verdad, y para ello hemos de rezar a fin de que el Espíritu nos ilumine y nos guíe para vencer la fascinación de seguir nuestras verdades, y para acoger la verdad de Cristo transmitida en la Iglesia”.


A LOS OBISPOS: PARA RELANZAR LA EVANGELIZACIÓN HEMOS DE VOLVER A LO ESENCIAL EN LA VIDA CRISTIANA

Ciudad del Vaticano, 24 mayo 2012 (VIS).-El Santo Padre ha recibido este mediodía a los participantes en la LXIV asamblea general de la Conferencia Episcopal Italiana, a quienes ha dirigido una alocución sobre los desafíos que presenta la nueva evangelización en el contexto de una sociedad cada vez más alejada de Dios. “Nuestra situación -ha dicho Benedicto XVI a los obispos- requiere un renovado impulso dirigido a aquéllo que es esencial en la fe y la vida cristianas. En un tiempo en el que Dios se ha convertido para muchos en el gran Desconocido y Jesús es simplemente un gran personaje del pasado, la acción misionera no puede ser relanzada sin que renovemos la calidad de nuestra fe y nuestra oración; (...) no sabremos conquistar a los hombres para el Evangelio si no somos nosotros mismos los primeros en volver a una profunda experiencia de Dios”.

El Papa ha iniciado su discurso recordando que el próximo otoño se cumple el L aniversario del Concilio Vaticano II, y ha exhortado a los obispos a poner en práctica las indicaciones conciliares para hacer frente a las grandes transformaciones sociales y culturales de nuestro tiempo, “que tienen consecuencias visibles también en la dimensión religiosa”. Una situación de secularismo caracteriza hoy las sociedades de antigua tradición cristiana, de forma que el patrimonio espiritual y moral que constituye las raíces de Occidente “no se comprende en su profundo valor. (…) La tierra fecunda corre así el riesgo de convertirse en desierto inhóspito”.

Entre los signos que despiertan preocupación, el Papa ha citado la disminución de la práctica religiosa y la participación en los sacramentos: “Numerosos bautizados han perdido su identidad; no conocen los contenidos esenciales de la fe o piensan que pueden cultivarla prescindiendo de la mediación eclesial. Y mientras muchos dudan de las verdades enseñadas por la Iglesia, otros reducen el Reino de Dios a algunos grandes valores, que ciertamente tienen que ver con el Evangelio, pero que no se refieren al núcleo de la fe cristiana”.

“Lamentablemente, Dios queda excluido del horizonte de tantas personas; y cuando no encuentra indiferencia o rechazo, se quiere relegar el discurso sobre Dios al ámbito subjetivo, reduciéndolo a un hecho íntimo y privado, marginado de la conciencia pública. El corazón de la crisis que hiere Europa pasa por este abandono, este rechazo de la apertura a lo Trascendente”.

En este contexto, ha afirmado Benedicto XVI, “no bastan nuevos métodos de anuncio evangélico o de acción pastoral para hacer que la propuesta cristiana encuentre mayor acogida”. Como señala el Concilio Vaticano II, se trata de “recomenzar desde Dios, celebrado, profesado y testimoniado. (…) Nuestra primera, verdadera y única tarea es la de comprometer nuestra vida por aquéllo que (…) es verdaderamente fiable, necesario y último. Los hombres viven de Dios, que a menudo buscan inconscientemente o con tanteos para dar pleno significado a la existencia. Nosotros tenemos la tarea de anunciarlo, mostrarlo, de guiar al encuentro con Él”.

En este punto, el Papa ha advertido que “la primera condición para hablar de Dios es hablar con Dios, ser cada vez más hombres de Dios, nutridos con una intensa vida de oración y plasmados por su Gracia. (…) Dejémonos encontrar y aferrar por Dios, para ayudar a que cada persona que encontramos sea alcanzada por la Verdad. (…) La misión antigua y nueva que está ante nosotros es la de introducir a los hombres y las mujeres de nuestro tiempo a la relación con Dios, ayudarlos a abrir la mente y el corazón a ese Dios que los busca y quiere estar cerca de ellos, guiarlos a comprender que hacer su Voluntad no supone un límite a la libertad, sino que es ser verdaderamente libres, realizar el verdadero bien de la vida”.

“Dios es el garante de nuestra felicidad -ha dicho Benedicto XVI para terminar- , y donde entra el Evangelio (…) el hombre experimenta que es objeto de un amor que purifica, renueva y hace capaces de amar y servir al hombre con amor divino”.



CADA SER HUMANO ES UN MILAGRO DE DIOS, QUE LO HA QUERIDO Y LO CONOCE PERSONALMENTE

Ciudad del Vaticano, 23 mayo 2012 (VIS).- “Dios es nuestro Padre porque es nuestro creador. Cada uno de nosotros, cada hombre y cada mujer, es un milagro de Dios, querido por Él y que Él conoce personalmente. (…) Para Él no somos seres anónimos, impersonales, sino que tenemos un nombre. El Espíritu Santo que habla en nosotros y dice '¡Abba! ¡Padre!' nos hace entrar en esta verdad (…) y llena nuestra oración de serenidad y alegría”. Así lo ha afirmado hoy el Santo Padre ante los más de 20.000 fieles presentes la plaza de San Pedro con motivo de la audiencia general.

Benedicto XVI ha dedicado su catequesis a reflexionar sobre dos pasajes de las Cartas de San Pablo en los que el apóstol habla del Espíritu Santo, que nos permite llamar a Dios “Abba”, Padre nuestro. El Papa ha explicado que “el gran maestro de la oración que es el Espíritu Santo nos enseña a dirigirnos a Dios con los términos afectuosos de los hijos, llamándolo 'Padre'. También Jesús lo hizo así; incluso en el momento más dramático de su vida terrena, nunca perdió la confianza en el Padre y lo invocó siempre con la intimidad del Hijo amado”.

El Espíritu Santo, don de Cristo resucitado, “nos coloca en una relación filial con Dios, una relación de profunda confianza, como la de los niños; una relación filial análoga a la de Jesús, aunque de diverso origen y espesor: Jesús es el Hijo eterno de Dios que se ha hecho carne, mientras que nosotros nos hacemos hijos en Él y en el tiempo, mediante la fe y los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación”.

En este punto, el Pontífice ha precisado que es probable que el hombre actual no perciba “la belleza, la grandeza y el profundo consuelo que contiene la palabra 'padre' con la que podemos dirigirnos a Dios en la oración, porque hoy a menudo la figura paterna no es suficientemente positiva y presente en la vida cotidiana”. Así, el Papa ha explicado que “el amor de Jesús, el Hijo unigénito que llega hasta el don de sí mismo en la cruz, nos revela la verdadera naturaleza del Padre: Él es el Amor”.

San Pablo, en su Carta a los Gálatas, afirma que el Espíritu grita en nosotros '¡Abba! ¡Padre!', mientras que en la Carta a los Romanos escribe que somos nosotros quienes lanzamos este grito en el Espíritu. Benedicto XVI señaló que el apóstol “quiere hacernos comprender que la oración cristiana no se da nunca en sentido único de nosotros a Dios (…) sino que expresa una relación recíproca en la que Dios actúa siempre el primero: es el Espíritu Santo quien grita en nosotros, y nosotros podemos gritar porque el impulso viene del Espíritu Santo. (…) Su presencia abre nuestra oración y nuestra vida a los horizontes de la Trinidad y de la Iglesia”.

“Cuando nos dirigimos al Padre en nuestra habitación interior, en el silencio y el recogimiento, nunca estamos solos. (…) Estamos situados en la gran oración de la Iglesia, somos parte de una gran sinfonía que eleva a Dios la comunidad cristiana esparcida por toda la tierra y en todos los tiempos. (…) La oración guiada por el Espíritu nos hace gritar '¡Abba! ¡Padre!' con Cristo y en Cristo, nos inserta en el único gran mosaico de la familia de Dios en el que cada uno tiene un lugar y un papel importante, en profunda unidad con el todo”.

Para terminar, el Papa ha exhortado a los fieles: “Aprendamos a gustar en nuestra oración la belleza de ser hijos de Dios, de poderlo invocar con la confianza que siente un niño hacia los padres que lo aman. Abramos nuestra oración a la acción del Espíritu Santo para que grite en nosotros a Dios: “¡Abba! ¡Padre!”.

PRESENTACION DEL VII ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS
Ciudad del Vaticano, 22 mayo 2012 (VIS).-Los cardenales Ennio Antonelli, presidente del Pontificio Consejo para la Familia y Angelo Scola, arzobispo de Milán (Italia), junto con el catedrático de Sociología de la Familia Pier Paolo Donati han presentado esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede el VII Encuentro Mundial de las Familias que tendrá lugar del 30 de mayo al 3 de junio en Milán y cuyo tema es “La familia: el trabajo y la fiesta” .

El cardenal Ennio Antonelli habló de las etapas de preparación de este encuentro que fue anunciado por el Santo Padre, al final del precedente, en Ciudad de México en 2009. A lo largo de estos tres años el Pontificio Consejo para la Familia y el arzobispo de Milán, junto con sus colaboradores, se han reunido en diversas ocasiones para aunar sus esfuerzos en esta iniciativa.

Entre las actividades de su dicasterio orientadas hacia la preparación del encuentro milanés el cardenal citó las catequesis traducidas en once idiomas: italiano, francés, inglés, alemán, español, portugués, polaco, húngaro, rumano, árabe y ruso; el Seminario internacional de estudios: “La familia cristiana sujeto de evangelización” (Roma, 2009);la XIX asamblea plenaria sobre “Los derechos de la infancia” (Roma, 2010); el Seminario internacional de estudios con las asociaciones Pro-Vida (Roma, 2010); el congreso internacional “La familia cristiana, sujeto de evangelización” (Roma,2010) y la XX asamblea plenaria en el XXX aniversario de la exhortación apostólica “Familiaris Consortio” y de la creación del Pontificio Consejo para la Familia (Roma, 2011).

El purpurado presentó el Enchiridion que recoge las enseñanzas más recientes de la sede apostólica sobre los temas de la familia y de la vida humana en los últimos años del pontificado de Juan Pablo II y durante el de Benedicto XVI (desde el 17 de mayo de 2005 hasta el 31 de diciembre de 2011). “El objetivo de la publicación -dijo- es ofrecer una herramienta de consulta a los agentes de la pastoral familiar, a las asociaciones, a los movimientos pro-familia y pro-life, a los expertos, docentes, políticos. El abanico de las temáticas es muy amplio y entre ellas están: teología y antropología de la familia (...) matrimonio interreligioso, regulación de la fertilidad, demografía, ética de la vida desde su concepción a la muerte natural y de la salud, derechos de los menores (..,) familia como sujeto de evangelización (...) atención a las situaciones canónicamente irregulares...”

El segundo volumen presentado ha sido “La familia, recurso de la sociedad”, una importante iniciativa del Pontificio Consejo en preparación del encuentro de Milán. “Se trata -explicó el cardenal Antonelli- de una investigación profunda y nueva en la que se ponen de manifiesto las varias aportaciones, positivas y negativas que las diversas tipologías de familias y convivencias ofrecen a la sociedad”.

Por su parte el cardenal Scola recordó que el título de este encuentro “ligando los tres aspectos de la vida cotidiana de la persona; familia, trabajo, descanso y fiesta, presenta dos características constitutivas de la experiencia humana (...) en todas las latitudes: la unidad de la persona y su ser siempre en relación. Así, el VII encuentro interpreta tanto la vitalidad permanente de estas temáticas, como la peculiaridad del momento histórico”.

“La familia fundada en el matrimonio fiel entre hombre y mujer y abierta a la vida, más allá de todas las evoluciones culturales que la caracterizan, sigue revelándose como la vía maestra para la generación y el crecimiento de la persona. En ella el niño (...) entrevé el futuro como promesa. Desde la infancia todos descubrimos el sentido del trabajo, primero en su versión escolar, después, como profesión” y “ a través del trabajo (...) desarrollamos relaciones sociales articuladas; encontramos el gusto de la edificación (...) pero sobre todo, saboreamos la confianza recíproca, argamasa imprescindible de la convivencia entre los seres humanos”.

“La vida nos impone su paso (...) y exige un orden entre afecto y trabajo. En ésto nos ayuda el descanso que marca el ritmo. (...) La fiesta es la cima del descanso, para el uso gratuito y común del tiempo y del espacio que es fuente de alegría. El ser humano se reconcilia consigo mismo, con los demás y con Dios. No es una casualidad que todas las tradiciones religiosas coincidan con las fiestas”.

Al final, el arzobispo de Milán habló del interés que el VII Encuentro de las Familias está despertando en los medios informativos, y observó que la familia está al centro de la atención ya que es “un capital social que necesita políticas específicas, quizás también a la luz de la grave crisis que estamos atravesando”. También facilitó algunas cifras sobre los participantes en la iniciativa milanesa: más de un millón de fieles asistirán a la misa del Papa y 300.000 personas a la fiesta de los testimonios.