La familia, “patrimonio de
la humanidad”, constituye uno de los tesoros más valiosos de la humanidad. Ella,
ha sido y es espacio de socialización,
escuela de comunión, fuente de valores humanos y cívicos, el lugar en el
que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente.
Hoy la familia está llamada a ser “escuela de la fe”, donde se viva la caridad, la oración, el encuentro y la evangelización con cada uno de los miembros, siendo catequistas los unos de los otros. Como miembros de la Iglesia, estamos llamados a mostrarle a nuestros hijos el camino de Cristo, dando luces para que se propongan un proyecto de vida de acuerdo al Evangelio, donde se respete la vida y la dignidad de la persona, se viva el amor, los valores humanos y se opte por ser discípulos misioneros.
Hoy la familia está llamada a ser “escuela de la fe”, donde se viva la caridad, la oración, el encuentro y la evangelización con cada uno de los miembros, siendo catequistas los unos de los otros. Como miembros de la Iglesia, estamos llamados a mostrarle a nuestros hijos el camino de Cristo, dando luces para que se propongan un proyecto de vida de acuerdo al Evangelio, donde se respete la vida y la dignidad de la persona, se viva el amor, los valores humanos y se opte por ser discípulos misioneros.
Es importante, que la familia
rescate, fortalezca su función educadora y se esfuerce por introducir a los
hijos en el camino de la iniciación cristiana, para ello es necesaria una vida de
conversión constante, vivir la experiencia de Jesucristo, la cual se refleje en
los pensamientos, palabras y actos de cada uno de los miembros de la familia.
La pastoral familiar es prioritaria en nuestra
labor, por ser la familia el primer
espacio de evangelización, donde se vive la comunión y la formación de los
hijos. De su especial atención depende que ésta siga transmitiendo valores
cívicos y cristianos.
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