Ciudad del Vaticano, 7 de octubre de 2012
(VIS).-Benedicto XVI proclamó esta mañana en la Plaza de San Pedro doctores de
la Iglesia a san Juan de Ávila y santa Hildegarda de Bingen y presidió la
Eucaristía en el curso de la cual inauguró la XIII Asamblea General del Sínodo
de los Obispos cuyo tema es “La nueva evangelización para la transmisión de la
fe cristiana”. Concelebraron con el Papa los Padres sinodales y los obispos de
las conferencias episcopales alemana y española.
“La evangelización, en todo tiempo y lugar
-dijo el Santo Padre en su homilía- tiene siempre como punto central y último a
Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios y el crucifijo es por excelencia el signo
distintivo de quien anuncia el Evangelio: signo de amor y de paz, llamada a la
conversión y a la reconciliación”.
“La Iglesia- subrayó- existe para
evangelizar. Fieles al mandato del Señor Jesucristo, sus discípulos fueron por
el mundo entero para anunciar la Buena Noticia, fundando por todas partes las
comunidades cristianas. Con el tiempo, estas han llegado a ser Iglesias bien
organizadas con numerosos fieles (...) También en nuestro tiempo el Espíritu
Santo ha suscitado en la Iglesia un nuevo impulso para anunciar la Buena
Noticia, un dinamismo espiritual y pastoral que ha encontrado su expresión más
universal y su impulso más autorizado en el Concilio Ecuménico Vaticano II.
Este renovado dinamismo de evangelización produce un influjo beneficioso sobre
las dos 'ramas' especificas que se desarrollan a partir de ella, es decir, por
una parte, la missio ad gentes, esto es el anuncio del Evangelio a aquellos que
aun no conocen a Jesucristo y su mensaje de salvación; y, por otra parte, la
nueva evangelización, orientada principalmente a las personas que, aun estando
bautizadas, se han alejado de la Iglesia, y viven sin tener en cuenta la praxis
cristiana”.
“La Asamblea sinodal que hoy se abre esta
dedicada a esta nueva evangelización, para favorecer en estas personas un nuevo
encuentro con el Señor, el único que llena de significado profundo y de paz la
existencia; para favorecer el redescubrimiento de la fe, fuente de gracia que
trae alegría y esperanza a la vida personal, familiar y social”.
Después observó que el tema del
matrimonio, tratado hoy en el Evangelio y la primera lectura, merece en este
sentido “una atención especial” porque “nos invita a ser más conscientes de una
realidad ya conocida pero tal vez no del todo valorizada: que el matrimonio
constituye en sí mismo un evangelio, una Buena Noticia para el mundo actual, en
particular para el mundo secularizado. La unión del hombre y la mujer, su ser
'una sola carne' en la caridad, en el amor fecundo e indisoluble, es un signo
que habla de Dios con fuerza, con una elocuencia que en nuestros días llega a
ser mayor, porque, lamentablemente y por varias causas, el matrimonio,
precisamente en las regiones de antigua evangelización, atraviesa una profunda
crisis. Y no es casual. El matrimonio está unido a la fe, no en un sentido
genérico. El matrimonio, como unión de amor fiel e indisoluble, se funda en la
gracia que viene de Dios Uno y Trino, que en Cristo nos ha amado con un amor
fiel hasta la cruz (...)Hay una evidente correspondencia entre la crisis de la
fe y la crisis del matrimonio. Y, como la Iglesia afirma y testimonia desde
hace tiempo, el matrimonio está llamado a ser no sólo objeto, sino sujeto de la
nueva evangelización”.
Antes de referirse a los nuevos doctores
de la Iglesia, el Papa recordó que “una de las ideas clave del renovado impulso
que el Concilio Vaticano II ha dado a la evangelización es la de la llamada
universal a la santidad, que como tal concierne a todos los cristianos Los
santos son los verdaderos protagonistas de la evangelización en todas sus expresiones
(...) La santidad no conoce barreras culturales, sociales, políticas,
religiosas. Su lenguaje – el del amor y la verdad – es comprensible a todos los
hombres de buena voluntad y los acerca a Jesucristo, fuente inagotable de vida
nueva”.
“A este respecto, nos paramos un momento
para admirar a los dos santos que hoy han sido agregados al grupo escogido de
los doctores de la Iglesia. San Juan de Ávila vivió en el siglo XVI. Profundo
conocedor de las Sagradas Escrituras, estaba dotado de un ardiente espíritu
misionero. Supo penetrar con singular profundidad en los misterios de la
redención obrada por Cristo para la humanidad. Hombre de Dios, unía la oración
constante con la acción apostólica. Se dedicó a la predicación y al incremento
de la práctica de los sacramentos, concentrando sus esfuerzos en mejorar la
formación de los candidatos al sacerdocio, de los religiosos y los laicos, con
vistas a una fecunda reforma de la Iglesia”.
“Santa Hildegarda de Bilden, importante
figura femenina del siglo XII, ofreció una preciosa contribución al crecimiento
de la Iglesia de su tiempo, valorizando los dones recibidos de Dios y
mostrándose una mujer de viva inteligencia, profunda sensibilidad y reconocida
autoridad espiritual. El Señor la dotó de espíritu profético y de intensa
capacidad para discernir los signos de los tiempos. Hildegarda alimentaba un
gran amor por la creación, cultivó la medicina, la poesía y la música. Sobre
todo conservó siempre un amor grande y fiel por Cristo y su Iglesia”.
“La mirada sobre el ideal de la vida
cristiana, expresado en la llamada a la santidad, nos impulsa a mirar con
humildad la fragilidad de tantos cristianos, más aun, su pecado, personal y
comunitario, que representa un gran obstáculo para la evangelización, y a
reconocer la fuerza de Dios que, en la fe, viene al encuentro de la debilidad
humana. Por tanto, no se puede hablar de la nueva evangelización sin una
disposición sincera de conversión”.
Benedicto XVI concluyó encomendando a Dios
“los trabajos de la Asamblea sinodal con el sentimiento vivo de la comunión de
los santos, invocando la particular intercesión de los grandes evangelizadores,
entre los cuales queremos contar con gran afecto al beato Juan Pablo II, cuyo
largo pontificado ha sido también ejemplo de nueva evangelización”.
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