Ciudad
del Vaticano, 27 mayo 2012 (VIS).-Esta mañana, el Santo Padre ha presidido en
la Basílica Vaticana la Santa Misa de la solemnidad de Pentecostés,
concelebrada con los cardenales, arzobispos y obispos presentes en Roma.
Benedicto
XVI ha centrado su homilía en un aspecto esencial del misterio de Pentecostés,
que considera muy importante en nuestros días: “Pentecostés es la fiesta de la
unión, de la comprensión y la comunión humana. Todos podemos constatar que, en
nuestro mundo, a pesar de que estamos más cerca los unos de los otros gracias
al desarrollo de los medios de comunicación, (…) a menudo la comprensión y la
comunión entre las personas es superficial y dificultosa. Permanecen
desequilibrios que con frecuencia llevan a conflictos; el diálogo entre
generaciones se hace fatigoso (…); asistimos a hechos cotidianos en los que
parece que los hombres se están haciendo más agresivos (…); parece que hay que
realizar demasiados esfuerzos para comprenderse y cada uno prefiere quedarse en
su propio yo, en sus propios intereses”.
“Con
el progreso de la ciencia y de la técnica, hemos logrado el poder de dominar
las fuerzas de la naturaleza, de manipular los elementos, de fabricar seres
vivientes, llegando casi hasta el propio ser humano. En esta situación, rezar a
Dios parece algo superado, inútil, porque nosotros mismos podemos construir y
realizar todo lo que queremos”. Sin embargo, no nos damos cuenta de que “entre
los hombres, quizás parece que serpentea un sentido de desconfianza, de
sospecha, de temor recíproco, hasta llegar incluso a ser peligrosos los unos
para los otros”. Paradójicamente, tenemos más capacidad de comunicar pero nos
comprendemos cada vez menos.
La
concordia, la unidad, “pueden realizarse solamente con el don del Espíritu de
Dios, que nos dará un corazón nuevo y una lengua nueva, una capacidad nueva de
comunicar. Esto es lo que sucedió en Pentecostés. Aquella mañana (…) el
Espíritu Santo descendió sobre los discípulos reunidos, se posó sobre cada uno
y encendió en ellos el fuego divino, un fuego de amor, capaz de transformar. El
miedo desapareció, el corazón sintió una fuerza nueva, las lenguas se desataron
y comenzaron a hablar con franqueza, de modo que todos pudieran comprender el
anuncio de Jesucristo muerto y resucitado. En Pentecostés, donde había división
y extrañeza, nacieron unidad y comprensión”.
En
el Evangelio de hoy, Jesús, “hablando del Espíritu Santo, nos explica qué es la
Iglesia, y cómo ella ha de vivir para ser (…) el lugar de la unidad y la
comunión en la Verdad; nos dice que actuar como cristianos significa no estar
encerrados en el propio 'yo', sino orientarse hacia el todo; significa acoger
en uno mismo la Iglesia entera, o, aún mejor, dejar interiormente que ella nos
acoja. (…) Así, el Espíritu Santo, Espíritu de unidad y de verdad, puede seguir
resonando en los corazones y las mentes de los hombres y empujarlos a
encontrarse y acogerse mutuamente”.
El
Espíritu Santo nos guía para comprender la verdad, que es Jesús, “pero
solamente si somos capaces de escuchar y compartir, en el 'nosotros' de la
Iglesia, con una actitud de profunda humildad interior. (…) Cuando los hombres
quieren hacerse Dios, pueden solo enfrentarse. En cambio, cuando se colocan en
la verdad del Señor, se abren a la acción de su Espíritu que los sostiene y los
une”.
Benedicto XVI se refirió también a la segunda lectura de la liturgia de hoy, en la que san Pablo advierte que la vida del hombre está marcada por un conflicto interior entre los impulsos que provienen de la carne y los que provienen del Espíritu. Los primeros son “los pecados de egoísmo y violencia, como enemistad, discordia, celos (…). Es una dirección que lleva a perder la propia vida. Por el contrario, el Espíritu Santo nos guía hacia las alturas de Dios, para que podamos vivir ya en esta tierra el germen de vida divina que está en nosotros. Afirma, de hecho, san Pablo: 'El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz'”.
Para
terminar, el Papa exhortó a los fieles a vivir “según el Espíritu de unidad y
de verdad, y para ello hemos de rezar a fin de que el Espíritu nos ilumine y
nos guíe para vencer la fascinación de seguir nuestras verdades, y para acoger
la verdad de Cristo transmitida en la Iglesia”.
A LOS OBISPOS: PARA RELANZAR LA EVANGELIZACIÓN
HEMOS DE VOLVER A LO ESENCIAL EN LA VIDA CRISTIANA
Ciudad del Vaticano, 24 mayo 2012 (VIS).-El Santo
Padre ha recibido este mediodía a los participantes en la LXIV asamblea general
de la Conferencia Episcopal Italiana, a quienes ha dirigido una alocución sobre
los desafíos que presenta la nueva evangelización en el contexto de una
sociedad cada vez más alejada de Dios. “Nuestra situación -ha dicho Benedicto
XVI a los obispos- requiere un renovado impulso dirigido a aquéllo que es
esencial en la fe y la vida cristianas. En un tiempo en el que Dios se ha
convertido para muchos en el gran Desconocido y Jesús es simplemente un gran
personaje del pasado, la acción misionera no puede ser relanzada sin que
renovemos la calidad de nuestra fe y nuestra oración; (...) no sabremos
conquistar a los hombres para el Evangelio si no somos nosotros mismos los
primeros en volver a una profunda experiencia de Dios”.
El Papa ha iniciado su discurso recordando que el
próximo otoño se cumple el L aniversario del Concilio Vaticano II, y ha
exhortado a los obispos a poner en práctica las indicaciones conciliares para
hacer frente a las grandes transformaciones sociales y culturales de nuestro
tiempo, “que tienen consecuencias visibles también en la dimensión religiosa”.
Una situación de secularismo caracteriza hoy las sociedades de antigua
tradición cristiana, de forma que el patrimonio espiritual y moral que
constituye las raíces de Occidente “no se comprende en su profundo valor. (…)
La tierra fecunda corre así el riesgo de convertirse en desierto inhóspito”.
Entre los signos que despiertan preocupación, el
Papa ha citado la disminución de la práctica religiosa y la participación en
los sacramentos: “Numerosos bautizados han perdido su identidad; no conocen los
contenidos esenciales de la fe o piensan que pueden cultivarla prescindiendo de
la mediación eclesial. Y mientras muchos dudan de las verdades enseñadas por la
Iglesia, otros reducen el Reino de Dios a algunos grandes valores, que
ciertamente tienen que ver con el Evangelio, pero que no se refieren al núcleo
de la fe cristiana”.
“Lamentablemente, Dios queda excluido del horizonte
de tantas personas; y cuando no encuentra indiferencia o rechazo, se quiere
relegar el discurso sobre Dios al ámbito subjetivo, reduciéndolo a un hecho
íntimo y privado, marginado de la conciencia pública. El corazón de la crisis
que hiere Europa pasa por este abandono, este rechazo de la apertura a lo
Trascendente”.
En este contexto, ha afirmado Benedicto XVI, “no
bastan nuevos métodos de anuncio evangélico o de acción pastoral para hacer que
la propuesta cristiana encuentre mayor acogida”. Como señala el Concilio
Vaticano II, se trata de “recomenzar desde Dios, celebrado, profesado y
testimoniado. (…) Nuestra primera, verdadera y única tarea es la de comprometer
nuestra vida por aquéllo que (…) es verdaderamente fiable, necesario y último.
Los hombres viven de Dios, que a menudo buscan inconscientemente o con tanteos
para dar pleno significado a la existencia. Nosotros tenemos la tarea de
anunciarlo, mostrarlo, de guiar al encuentro con Él”.
En este punto, el Papa ha advertido que “la primera
condición para hablar de Dios es hablar con Dios, ser cada vez más hombres de
Dios, nutridos con una intensa vida de oración y plasmados por su Gracia. (…)
Dejémonos encontrar y aferrar por Dios, para ayudar a que cada persona que
encontramos sea alcanzada por la Verdad. (…) La misión antigua y nueva que está
ante nosotros es la de introducir a los hombres y las mujeres de nuestro tiempo
a la relación con Dios, ayudarlos a abrir la mente y el corazón a ese Dios que
los busca y quiere estar cerca de ellos, guiarlos a comprender que hacer su
Voluntad no supone un límite a la libertad, sino que es ser verdaderamente
libres, realizar el verdadero bien de la vida”.
“Dios es el garante de nuestra felicidad -ha dicho
Benedicto XVI para terminar- , y donde entra el Evangelio (…) el hombre
experimenta que es objeto de un amor que purifica, renueva y hace capaces de
amar y servir al hombre con amor divino”.
CADA SER HUMANO ES UN MILAGRO DE DIOS, QUE LO HA QUERIDO Y LO CONOCE PERSONALMENTE
Ciudad
del Vaticano, 23 mayo 2012 (VIS).- “Dios es nuestro Padre porque es nuestro
creador. Cada uno de nosotros, cada hombre y cada mujer, es un milagro de Dios,
querido por Él y que Él conoce personalmente. (…) Para Él no somos seres
anónimos, impersonales, sino que tenemos un nombre. El Espíritu Santo que habla
en nosotros y dice '¡Abba! ¡Padre!' nos hace entrar en esta verdad (…) y llena
nuestra oración de serenidad y alegría”. Así lo ha afirmado hoy el Santo Padre
ante los más de 20.000 fieles presentes la plaza de San Pedro con motivo de la
audiencia general.
Benedicto
XVI ha dedicado su catequesis a reflexionar sobre dos pasajes de las Cartas de
San Pablo en los que el apóstol habla del Espíritu Santo, que nos permite
llamar a Dios “Abba”, Padre nuestro. El Papa ha explicado que “el gran maestro
de la oración que es el Espíritu Santo nos enseña a dirigirnos a Dios con los
términos afectuosos de los hijos, llamándolo 'Padre'. También Jesús lo hizo
así; incluso en el momento más dramático de su vida terrena, nunca perdió la
confianza en el Padre y lo invocó siempre con la intimidad del Hijo amado”.
El
Espíritu Santo, don de Cristo resucitado, “nos coloca en una relación filial
con Dios, una relación de profunda confianza, como la de los niños; una
relación filial análoga a la de Jesús, aunque de diverso origen y espesor:
Jesús es el Hijo eterno de Dios que se ha hecho carne, mientras que nosotros
nos hacemos hijos en Él y en el tiempo, mediante la fe y los sacramentos del
Bautismo y de la Confirmación”.
En
este punto, el Pontífice ha precisado que es probable que el hombre actual no
perciba “la belleza, la grandeza y el profundo consuelo que contiene la palabra
'padre' con la que podemos dirigirnos a Dios en la oración, porque hoy a menudo
la figura paterna no es suficientemente positiva y presente en la vida
cotidiana”. Así, el Papa ha explicado que “el amor de Jesús, el Hijo unigénito
que llega hasta el don de sí mismo en la cruz, nos revela la verdadera
naturaleza del Padre: Él es el Amor”.
San
Pablo, en su Carta a los Gálatas, afirma que el Espíritu grita en nosotros
'¡Abba! ¡Padre!', mientras que en la Carta a los Romanos escribe que somos
nosotros quienes lanzamos este grito en el Espíritu. Benedicto XVI señaló que
el apóstol “quiere hacernos comprender que la oración cristiana no se da nunca
en sentido único de nosotros a Dios (…) sino que expresa una relación recíproca
en la que Dios actúa siempre el primero: es el Espíritu Santo quien grita en
nosotros, y nosotros podemos gritar porque el impulso viene del Espíritu Santo.
(…) Su presencia abre nuestra oración y nuestra vida a los horizontes de la
Trinidad y de la Iglesia”.
“Cuando
nos dirigimos al Padre en nuestra habitación interior, en el silencio y el
recogimiento, nunca estamos solos. (…) Estamos situados en la gran oración de
la Iglesia, somos parte de una gran sinfonía que eleva a Dios la comunidad
cristiana esparcida por toda la tierra y en todos los tiempos. (…) La oración
guiada por el Espíritu nos hace gritar '¡Abba! ¡Padre!' con Cristo y en Cristo,
nos inserta en el único gran mosaico de la familia de Dios en el que cada uno
tiene un lugar y un papel importante, en profunda unidad con el todo”.
Para
terminar, el Papa ha exhortado a los fieles: “Aprendamos a gustar en nuestra
oración la belleza de ser hijos de Dios, de poderlo invocar con la confianza
que siente un niño hacia los padres que lo aman. Abramos nuestra oración a la
acción del Espíritu Santo para que grite en nosotros a Dios: “¡Abba! ¡Padre!”.
PRESENTACION
DEL VII ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS
Ciudad
del Vaticano, 22 mayo 2012 (VIS).-Los cardenales Ennio Antonelli, presidente
del Pontificio Consejo para la Familia y Angelo Scola, arzobispo de Milán
(Italia), junto con el catedrático de Sociología de la Familia Pier Paolo
Donati han presentado esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede el
VII Encuentro Mundial de las Familias que tendrá lugar del 30 de mayo al 3 de
junio en Milán y cuyo tema es “La familia: el trabajo y la fiesta” .
El
cardenal Ennio Antonelli habló de las etapas de preparación de este encuentro
que fue anunciado por el Santo Padre, al final del precedente, en Ciudad de
México en 2009. A lo largo de estos tres años el Pontificio Consejo para la
Familia y el arzobispo de Milán, junto con sus colaboradores, se han reunido en
diversas ocasiones para aunar sus esfuerzos en esta iniciativa.
Entre
las actividades de su dicasterio orientadas hacia la preparación del encuentro
milanés el cardenal citó las catequesis traducidas en once idiomas: italiano,
francés, inglés, alemán, español, portugués, polaco, húngaro, rumano, árabe y
ruso; el Seminario internacional de estudios: “La familia cristiana sujeto de
evangelización” (Roma, 2009);la XIX asamblea plenaria sobre “Los derechos de la
infancia” (Roma, 2010); el Seminario internacional de estudios con las
asociaciones Pro-Vida (Roma, 2010); el congreso internacional “La familia
cristiana, sujeto de evangelización” (Roma,2010) y la XX asamblea plenaria en
el XXX aniversario de la exhortación apostólica “Familiaris Consortio” y de la
creación del Pontificio Consejo para la Familia (Roma, 2011).
El
purpurado presentó el Enchiridion que recoge las enseñanzas más recientes de la
sede apostólica sobre los temas de la familia y de la vida humana en los
últimos años del pontificado de Juan Pablo II y durante el de Benedicto XVI
(desde el 17 de mayo de 2005 hasta el 31 de diciembre de 2011). “El objetivo de
la publicación -dijo- es ofrecer una herramienta de consulta a los agentes de
la pastoral familiar, a las asociaciones, a los movimientos pro-familia y
pro-life, a los expertos, docentes, políticos. El abanico de las temáticas es
muy amplio y entre ellas están: teología y antropología de la familia (...)
matrimonio interreligioso, regulación de la fertilidad, demografía, ética de la
vida desde su concepción a la muerte natural y de la salud, derechos de los
menores (..,) familia como sujeto de evangelización (...) atención a las
situaciones canónicamente irregulares...”
El
segundo volumen presentado ha sido “La familia, recurso de la sociedad”, una
importante iniciativa del Pontificio Consejo en preparación del encuentro de
Milán. “Se trata -explicó el cardenal Antonelli- de una investigación profunda
y nueva en la que se ponen de manifiesto las varias aportaciones, positivas y
negativas que las diversas tipologías de familias y convivencias ofrecen a la
sociedad”.
Por
su parte el cardenal Scola recordó que el título de este encuentro “ligando los
tres aspectos de la vida cotidiana de la persona; familia, trabajo, descanso y
fiesta, presenta dos características constitutivas de la experiencia humana
(...) en todas las latitudes: la unidad de la persona y su ser siempre en relación.
Así, el VII encuentro interpreta tanto la vitalidad permanente de estas
temáticas, como la peculiaridad del momento histórico”.
“La
familia fundada en el matrimonio fiel entre hombre y mujer y abierta a la vida,
más allá de todas las evoluciones culturales que la caracterizan, sigue
revelándose como la vía maestra para la generación y el crecimiento de la
persona. En ella el niño (...) entrevé el futuro como promesa. Desde la
infancia todos descubrimos el sentido del trabajo, primero en su versión escolar,
después, como profesión” y “ a través del trabajo (...) desarrollamos
relaciones sociales articuladas; encontramos el gusto de la edificación (...)
pero sobre todo, saboreamos la confianza recíproca, argamasa imprescindible de
la convivencia entre los seres humanos”.
“La
vida nos impone su paso (...) y exige un orden entre afecto y trabajo. En ésto
nos ayuda el descanso que marca el ritmo. (...) La fiesta es la cima del
descanso, para el uso gratuito y común del tiempo y del espacio que es fuente
de alegría. El ser humano se reconcilia consigo mismo, con los demás y con
Dios. No es una casualidad que todas las tradiciones religiosas coincidan con
las fiestas”.
Al
final, el arzobispo de Milán habló del interés que el VII Encuentro de las
Familias está despertando en los medios informativos, y observó que la familia
está al centro de la atención ya que es “un capital social que necesita
políticas específicas, quizás también a la luz de la grave crisis que estamos
atravesando”. También facilitó algunas cifras sobre los participantes en la
iniciativa milanesa: más de un millón de fieles asistirán a la misa del Papa y
300.000 personas a la fiesta de los testimonios.