Por
familia Quinchia Aristizabal
Los métodos de reconocimiento de la fertilidad
humana son los instrumentos antropológicos y cristianos para que el hombre y la mujer
vivan ese plan que Dios quiere para ellos. Se diferencian antropológicamente,
de los métodos anticonceptivos que son inapropiados para la mujer y el hombre dado que lesionan gravemente la comunión con Dios”.
(Benedicto XVI.).
El desconocimiento del
proceso biológico, tanto del hombre como de la mujer, y la procreación humana
propicia el control social sobre que
altera el proceso biológico que como hombre y mujer Dios nos regaló. Por
consecuencia de dicho desconocimiento, nos sugieren varios métodos o procesos de
control de natalidad que trastornan nuestro ciclo normal y a su vez traen
diversos cambios en la persona.
El reconocer como esposos la fertilidad nos permite
tanto buscar y posponer nuestro
embarazo, intimar como conyugue sin perder la espontaneidad del encuentro y las
bendiciones que acompañan una entrega completa entre los esposos. Promueve la comunicación y un amor más profundo entre los esposos.
No contamina el cuerpo. Se puede usar en las
diferentes circunstancias fisiológicas de la vida reproductiva (como lactancia,
pre-menopausia, ciclos moderados, cortos y largos).
Buscando adaptarnos en la vida matrimonial como
esposos quisimos buscar una alternativa sana que no alterara nuestro ciclo
natural procreativo. Fue por esta razón que Dios nos permitió hallar el
reconocimiento de la fertilidad y nos acogimos a este regalo sumergiéndonos en
un mundo de maravillas que encontraríamos por el hecho de ser beneficiarios de
este método.
En la actualidad
llevamos siete años como usuarios del método Billings, el cual nos ha permitido conocer el día en que hemos
fecundado nuestros hijos y vivir la dicha de cada encuentro como si fuera el primero.
Además, nos ha llevado a conocernos mutuamente,
pues el proceso nos exige hacerlo en pareja, motivando una paternidad
responsable donde comprendemos que los hijos son un proyecto de los esposos que
se abren al regalo de la vida que Dios nos da
en los hijos.
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