sábado, 6 de julio de 2013

CRISIS CONYUGALES

Por:  Familia Arias Monsalve

Una crisis matrimonial ocurre cuando los cónyuges no saben cómo manejar sus diferencias y como consecuencia se ofenden mutuamente, llegando al extremo de lastimarse muy seriamente o llegar al punto de que ya no le importa nada a uno de los dos, o a los dos. Esto es lo que llamamos un divorcio emocional o una crisis de cuidados intensivos.. (Prov. 15, 1-2)(Efesios 4, 31)

Un matrimonio llega al punto de crisis cuando no se atendieron los síntomas y se dejo continuar con la falta de respeto en la pareja, desconsideración y egoísmo,  que normalmente empieza con discusiones por asuntos cotidianos, pero se va agravando con múltiples incrementos en el tono agresivo de la voz, ataques verbales mutuos, actitudes de indiferencia, presión emocional y en algunos casos hasta violencia doméstica.

 La actitud del perdón sincero tanto para pedirlo, como para darlo y de manera incondicional es un elemento fundamental para controlar o al menos mitigar las crisis matrimoniales.(Efesios 4,32).

Si tu matrimonio está en una fase muy avanzada de crisis, evidentemente será más difícil recuperarlo, pero no imposible. Para los que están en Cristo, todo es posible. Lo mejor que se puede hacer es tratar de revivirlo con paciencia, con mucha suavidad y ternura. Se debe asumir una actitud muy humilde y de perdon, pero a la vez transparente y sincera; para expresar los sentimientos en tono restaurador. (1Pedro 3, 8-9).

Hay casos en los que ya la descomposición emocional es tan fuerte que aparentemente ya no hay solución. Sin embargo, debes seguir tratando de hacer lo correcto como hijo(a) de Dios y de buscar la ayuda adecuada. Y todo lo que hagas, hazlo como para Dios.

 Colosenses 3:23 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres. La actitud de los hijos de Dios, es hacer las cosas bien aunque pensemos que el cónyuge no lo merece, pero lo hacemos esencialmente para honrar a Dios y su palabra. ¡Eso es FE!

LOS DEMONIOS DE LA VIDA CONYUGAL

LA INFANCIA DEL AMOR CONYUGAL. Al inicio todo es alegría y esperanza. El amor es nuevo y está intacto. Los dos viven en estado de descubrimiento permanente. Sin embargo, el amor no escapa a los ataques del tiempo. Una primera crisis: la  desilusión, sacude el hogar naciente. El demonio de la desilusión hace que la imagen ideal que uno había construido del otro, comience a desvanecerse. Para vencer esta crisis habrán de aceptarse en sus imperfecciones. En esta época el matrimonio se constituye realmente.

Cuando aparecen  esos rasgos de personalidad en el cónyuge que no conocía, y que me cuesta aceptar porque me case con un desconocido, pues en el noviazgo no nos mostramos como verdaderamente somos,  empiezan las desavenencias, y sólo aceptando al cónyuge tal como es y no como a mi me gustaría que fuera, podre sobre ponerme a esa primera crisis: la desilusión

LA JUVENTUD DEL AMOR.
Al final de la fase de adaptación, un mutuo conocimiento impide mayores roces. El amor se instala. Pero, si no se superó la crisis de la desilusión, el tiempo precipita la segunda crisis: la del silencio. Si el demonio mudo se apodera de los dos, caen en una especie de letargo. La pareja vive, entonces, en retroceso, sin crecer, sin un ritmo seguro, sin dinamismo. Para vencer esta segunda crisis es indispensable el dialogo profundo, para que sobreviva el amor.

Cuando por la falta de diálogo, no se expresan los sentimientos de dolor, el corazón se va llenando de una niebla oscura que no deja ver; el dolor se convierte en silencio y el silencio en rabia y rencor, se envenena el alma y así el demonio mudo se aprovecha de nuestra incapacidad y nuestro matrimonio empieza a morir lentamente.

LA MADUREZ DEL AMOR. Alrededor de los 15 años, los esposos han adquirido madurez, se vive con serenidad. Son los años más hermosos de la vida conyugal. Ya no se habla de felicidad, simplemente se es feliz. Pero si no encontraron el camino del diálogo y de su unidad, puede producirse lo contrario, una tercera crisis, con frecuencia fatal, es la de la indiferencia. El amor se ha transformado en hábito, el hábito en rutina, y la rutina, en indiferencia. Viven juntos pero los corazones ya no están en contacto, el tiempo ha matado el amor. La vida en común no es más que una apariencia. Con la indiferencia, siempre hay lugar para la infidelidad y la separación. Para vencer la Indiferencia es indispensable la reconquista del amor, eliminando la rutina con los pequeños detalles. 

Esta indiferencia acaba por matar del todo el amor, ya no interesa nada de lo que haga o diga el cónyuge, ya hago mi vida aparte de la de él, nada se comunica ni se recibe, somos como dos islas separadas por un océano, cada quien hace lo que quiere y va a donde quiere y acabado el amor, acabado el matrimonio, sólo DIOS, el diálogo, el perdón, la dedicación y los pequeños detalles pueden volver a renacer al antiguo amor.

EL MEDIODÍA DEL AMOR. Entre los 45 y los 50 años, surge un nuevo peligro. Es el difícil momento de los cambios físicos y psicológicos. La mujer pierde un atributo de su feminidad, la fecundidad. El hombre va perdiendo un carácter de su virilidad: el vigor sexual. Pero, antes de que se produzca ese declive, se da muchas veces una especie de vuelta a la adolescencia.

A esa crisis de la mitad de la vida se le ha dado el nombre: El demonio del mediodía. Si el matrimonio entra en esa etapa minado por la indiferencia y la rutina, el demonio del mediodía tiene grandes posibilidades de triunfar. Pero si con paciencia y perseverancia logramos pasar esas etapas duras del matrimonio, podemos llegar a los ocasos de la vida, unidos, alegres y plenos, para vivir los últimos años de nuestra vida, y ya sin hijos en el hogar, pasar a la siguiente etapa…

EL RENACIMIENTO DEL AMOR.

Si la pareja, ha sabido superar esa época turbulenta, entra en el período de una segunda madurez. Es el crepúsculo del amor, el matrimonio disfruta de, de una armonía profunda y de una nueva paz. Es la hora de una felicidad serena, sin choques y sin conflictos. Es aquí donde se conoce el verdadero significado de lo que dice la Palabra de Dios “serán una sola carne” se llega a una identificación tan plena y gozosa, que pensamos lo mismo, gustamos lo mismo, hacemos lo mismo, en realidad SOMOS UNO.

 EL REPOSO DEL AMOR.

Vendrá, por último el reposo, en que envejecidos en el amor  ambos sólo tendrán reconocimiento el uno para el otro. Ni siquiera  la dolorosa perspectiva de la muerte podrá perturbar la vejez del amor.  Haberse amado hasta el final convierte la muerte en una cumbre, una victoria.

Ante los hombres, como ante Dios, no existe un amor más perfecto que el de dos seres que han envejecido juntos y que se dan la mano para vencer las últimas dificultades, para gozar de las últimas claridades del día. En esta etapa del amor ya no importan los años, ya no importa la muerte, sólo importa donarnos el uno al otro hasta la última gota de vida que nos quede, sabiendo que ya nos hemos dado completamente y que ya no queda más para dar y que el día en que Dios nos llame a su presencia tendremos para mostrar una vida llena de regalos, sabiendo que cada uno de nosotros encontró el verdadero camino para llegar a DIOS y eso es suficiente.

¡Gracias Dios por la vida, las dificultades y los logros, todo eso nos hizo encontrarte y servirte!


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