jueves, 16 de mayo de 2013

EL EDIFICIO DEL MATRIMONIO- ESPEJO DE LA TRINIDAD


Por: Familia Rincón Duque.

Queremos comparar el matrimonio a un gran edificio o gran empresa  que se va construyendo día a día, minuto a minuto, segundo a segundo. El día del casamiento se pone el primer ladrillo y el día de la muerte, el último.

Del esposo y de la esposa, junto con los hijos, depende:




Solidez del edificio: ¿De qué depende la solidez del edificio matrimonial?
De los cimientos y columnas. La solidez de una casa no depende de los cuadros que adornan la pared, ni de la antena parabólica, ni de la hermosa chimenea que embellece y calienta el rincón de nuestra casa. Es la piedad, que reúne a toda la familia en torno a DIOS, la que mueve a nuestra familia a bendecir los alimentos antes de las comidas.
La fe que nos permite, ver la mano de Dios en todo. La fe nos hace superar las crisis y posibles vaivenes de la vida. El amor es una columna sin la cual el edificio de nuestro matrimonio se derrumba,  es entrega, sacrificio, donación, capacidad de comprensión y bondad.
La fidelidad no puede faltar como cimiento que sostiene toda la casa matrimonial. La fidelidad a la palabra dada, a  nuestro cónyuge, es el  sacrificio, como cimiento macizo de nuestro edificio matrimonial. Es saber sufrir, soportar, aguantar todos los contratiempos de la vida, es  poner buena cara a lo que nos cuesta o nos desagrada. ¿Cuáles serían los cimientos débiles, de paja, de barro? Los caprichos, el egoísmo, la indiferencia religiosa.
Belleza del edificio: La belleza de una casa depende del buen gusto en las dimensiones, proporciones y simetría. La belleza de nuestro hogar es  el amor;  él le da sus perfiles hermosos, permite la serenidad en cada rincón de casa, hace sonreír a padres e hijos.
El amor es saber comprender los defectos del otro, es salir al encuentro del ser querido cuando lo necesita, el amor se fija en el detalle bello del ramo de flores para mi esposa, es el perfume del hogar, es afecto, ternura, acercamiento cariñoso al  otro.
 La falta de amor afea el matrimonio,  raya las escaleras que adornan la casa, quiebra las lámparas colgantes, ensucia las alfombras de los recibidores y exhala un mal olor en todo el lugar. La falta de amor provoca las discusiones, hace subir el tono, hiere los sentimientos de las personas a quien más deberíamos amar, distancia los corazones, las almas y los cuerpos, incluso lleva a que se descuiden  los detalles y hace que la persona se convierta en un ser egoísta favoreciendo  el envejecimiento  del matrimonio.
El amor es fuego que calienta nuestra casa. La primera que lo enciende es la madre, que es el corazón de la familia y es la primera en levantarse. Ese fuego que el marido, el papá, debe mantener a lo largo del día, desde su trabajo, llamando por teléfono a su mujer, trayendo a casa siempre y todos los días, algo de leña para alimentar el fuego del amor en el hogar. ¡Que no traiga el cubo de agua de sus disgustos, para echarlo encima y apagar ese fuego!; ese ardor del que se alimentan los hijos, les hace crecer sanos, física, psicológica y espiritualmente. El fuego hay que colocarlo en el centro del hogar para que ilumine  todos los rincones.
Luminosidad del edificio: La luminosidad en el matrimonio depende de los grandes ventanales. No para que dejen meter los malos aires que hoy soplan: El aire del egoísmo que quiere limitar los nacimientos, el aire del consumismo, que prefiere una nevera o algo material a la llegada de un nuevo hijo;  la “liberación de la mujer”, a quien se le obliga trabajar fuera de casa todo el día “porque así se realiza mejor, profesionalmente”, pero nunca está en casa para educar a sus hijos;  los aires de matrimonios a prueba: “mientras tanto, a ver si funciona”; los aires del divorcio, la separación  para hacerse un nuevo amigo sentimental.  
Limpieza del edificio De los mil detalles de cada día. Limpieza en el dormitorio,  limpieza de palabras, de gestos, de miradas. ¡Qué conversaciones tan limpias deberían hablarse allí! La oración común, en el dormitorio va limpiándonos como pareja y fortaleciéndonos.
La altura en el edificio: Son nuestros hijos, el amor fecundo, siempre abiertos a la vida.
AMIGAS FAMILIAS, NUESTRO ÚLTIMO CONSEJO:
En mi esposo, en mi esposa vive Dios, los invitamos a descubrir lo que Dios quiere decirme a través de él o ella. El matrimonio es lo más difícil de la vida: Amar a otro diferente a mí.
Dios es como un termómetro; si no se tiene en la vida matrimonial, falla, porque la experiencia de Dios es la experiencia del otro; si yo amo profundamente a mi esposo o esposa, vivo profundamente en Dios. No se queden con esta experiencia: Anuncien,  sirvan a Dios en la Iglesia, porque es maravilloso vivir en Dios, con Dios y para Dios.












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