Por: Familia Rincón Duque.
Queremos comparar el matrimonio a un gran
edificio o gran empresa que se va
construyendo día a día, minuto a minuto, segundo a segundo. El día del casamiento
se pone el primer ladrillo y el día de la muerte, el último.
Del esposo y de la esposa, junto con los hijos, depende:
Solidez del edificio: ¿De qué depende la
solidez del edificio matrimonial?
De los cimientos y columnas. La solidez de una casa no depende de los cuadros que adornan la pared, ni de la antena parabólica, ni de la hermosa chimenea que embellece y calienta el rincón de nuestra casa. Es la piedad, que reúne a toda la familia en torno a DIOS, la que mueve a nuestra familia a bendecir los alimentos antes de las comidas.
De los cimientos y columnas. La solidez de una casa no depende de los cuadros que adornan la pared, ni de la antena parabólica, ni de la hermosa chimenea que embellece y calienta el rincón de nuestra casa. Es la piedad, que reúne a toda la familia en torno a DIOS, la que mueve a nuestra familia a bendecir los alimentos antes de las comidas.
La fe que nos permite, ver la mano de Dios en
todo. La fe nos hace superar las crisis y posibles vaivenes de la vida. El amor
es una columna sin la cual el edificio de nuestro matrimonio se derrumba, es entrega, sacrificio, donación, capacidad de
comprensión y bondad.
La fidelidad no puede faltar como cimiento que
sostiene toda la casa matrimonial. La fidelidad a la palabra dada, a nuestro cónyuge, es el sacrificio, como cimiento macizo de nuestro edificio
matrimonial. Es saber sufrir, soportar, aguantar todos los contratiempos de la
vida, es poner buena cara a lo que nos
cuesta o nos desagrada. ¿Cuáles serían los cimientos débiles, de paja, de
barro? Los caprichos, el egoísmo, la indiferencia religiosa.
Belleza del edificio: La belleza de una
casa depende del buen gusto en las dimensiones, proporciones y simetría. La belleza
de nuestro hogar es el amor; él le da sus perfiles hermosos, permite la
serenidad en cada rincón de casa, hace sonreír a padres e hijos.
El amor es saber comprender los defectos del
otro, es salir al encuentro del ser querido cuando lo necesita, el amor se fija
en el detalle bello del ramo de flores para mi esposa, es el perfume del hogar,
es afecto, ternura, acercamiento cariñoso al otro.
La
falta de amor afea el matrimonio, raya
las escaleras que adornan la casa, quiebra las lámparas colgantes, ensucia las
alfombras de los recibidores y exhala un mal olor en todo el lugar. La falta de
amor provoca las discusiones, hace subir el tono, hiere los sentimientos de las
personas a quien más deberíamos amar, distancia los corazones, las almas y los
cuerpos, incluso lleva a que se descuiden los detalles y hace que la persona se
convierta en un ser egoísta favoreciendo
el envejecimiento del matrimonio.
El amor es fuego que calienta nuestra casa. La
primera que lo enciende es la madre, que es el corazón de la familia y es la
primera en levantarse. Ese fuego que el marido, el papá, debe mantener a lo
largo del día, desde su trabajo, llamando por teléfono a su mujer, trayendo a
casa siempre y todos los días, algo de leña para alimentar el fuego del amor en
el hogar. ¡Que no traiga el cubo de agua de sus disgustos, para echarlo encima
y apagar ese fuego!; ese ardor del que se alimentan los hijos, les hace crecer
sanos, física, psicológica y espiritualmente. El fuego hay que colocarlo en el
centro del hogar para que ilumine todos
los rincones.
Luminosidad del
edificio:
La luminosidad en el matrimonio depende de los grandes ventanales. No para que
dejen meter los malos aires que hoy soplan: El aire del egoísmo que quiere
limitar los nacimientos, el aire del consumismo, que prefiere una nevera o algo
material a la llegada de un nuevo hijo; la “liberación de la mujer”, a quien se le
obliga trabajar fuera de casa todo el día “porque así se realiza mejor,
profesionalmente”, pero nunca está en casa para educar a sus hijos; los aires de matrimonios a prueba: “mientras
tanto, a ver si funciona”; los aires del divorcio, la separación para hacerse un nuevo amigo sentimental.
Limpieza del edificio De los mil detalles de
cada día. Limpieza en el dormitorio, limpieza
de palabras, de gestos, de miradas. ¡Qué conversaciones tan limpias deberían
hablarse allí! La oración común, en el dormitorio va limpiándonos como pareja y
fortaleciéndonos.
La altura en el edificio: Son nuestros hijos,
el amor fecundo, siempre abiertos a la vida.
AMIGAS FAMILIAS, NUESTRO ÚLTIMO CONSEJO:
En mi esposo, en mi esposa vive Dios, los
invitamos a descubrir lo que Dios quiere decirme a través de él o ella. El
matrimonio es lo más difícil de la vida: Amar a otro diferente a mí.
Dios es como un termómetro; si no se tiene en
la vida matrimonial, falla, porque la experiencia de Dios es la experiencia del
otro; si yo amo profundamente a mi esposo o esposa, vivo profundamente en Dios.
No se queden con esta experiencia: Anuncien, sirvan a Dios en la Iglesia, porque es
maravilloso vivir en Dios, con Dios y para Dios.
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